Friday, July 25, 2014

Cinco gestos sencillos para recargar las pilas

 

Por qué a veces nos sentimos bajo mínimos? ¿Cómo podemos aumentar la fuerza que necesitamos para hacer frente a nuestra vida diaria?

Expertos en diversas disciplinas nos aportan algunas pistas

Hace que el corazón lata a cada segundo. Que el cerebro dé las órdenes precisas para que todo funcione a la perfección y en sintonía. Que las emociones sean positivas y enriquecedoras. Que el organismo encuentre el equilibro y sea capaz de sobreponerse al estrés, a los sobresaltos cotidianos y a las enfermedades. Es la energía vital, esa fuerza que sienta bien, que ayuda a avanzar hasta en los momentos más difíciles.

Sin embargo, factores como una alimentación baja en nutrientes esenciales o inadecuada a nuestro momento vital; la falta de descanso y horas de sueño en las que la mente desconecta; la vida sedentaria que ralentiza el transporte de oxígeno a los órganos; el tabaco y otros hábitos poco saludables como el alcohol o el consumo excesivo de comida procesada; el estrés, la ansiedad y los pensamientos tóxicos, así como el implacable paso del tiempo, desestabilizan esa energía indispensable para vivir... ¿La falta de energía es un mal moderno? No exactamente.

Aunque sin duda es un síntoma de esta sociedad de prisas, estrés y adversidades, la expresión ya era utilizada por egipcios y chinos hace más de tres mil años. Y por los homeópatas del siglo XIX. Así lo cuenta Carmen Carrión, médico de familia y miembro de la sección de Homeopatía del Colegio de Médicos de Madrid: “Con este término se referían a los procesos energéticos y defensivos interconectados que le dan al organismo la capacidad innata para protegerse y curarse por sí mismo. Porque esa energía vital sabe cómo mantener el orden entre las células, los tejidos y los órganos”.

Para recuperarla, ¿dónde hay que actuar? “No existe un órgano específico en el cuerpo humano donde se deposite la energía vital. Reside en cada una de nuestras células. Ahora bien, se cree que nuestro sistema endocrino y las glándulas suprarrenales (encargadas de regular las respuestas ante el estrés produciendo cortisol, una hormona que incrementa el nivel de azúcar en la sangre para darnos energía; y adrenalina, que aumenta la frecuencia cardíaca) juegan un papel muy importante en su control”, indica el doctor Manuel J. Ruiz Polaina, jefe de servicio de urgencias del Hospital Sanitas La Moraleja, en Madrid.
No hay un órgano donde se deposite la energía vital. Debemos actuar sobre el cuerpo y la mente"
Desde la medicina académica, hasta las ciencias milenarias practicadas en Oriente, sin olvidar las técnicas naturales, las más diversas disciplinas buscan la forma de conservar y fomentar esa energía vital que nos hace tener ganas de seguir adelante, pase lo que pase. Los expertos de lo material recomiendan: “ejercicio físico para estar activos, dormir adecuadamente, llevar una dieta variada y sana, y realizar ejercicios de relajación para liberar el estrés”, formula el doctor Ruiz Polaina. Y reconocen la importancia de lo espiritual: “No hay que olvidar descargar la mente”, concluye el doctor. Y precisamente este es otro de los puntos importantes. El cerebro consume mucha energía y mantener una actitud mental negativa supone un gasto extra que podríamos emplear en actividades mucho más productivas y placenteras.

“El ser humano se maneja con dos tipos de respuesta para adaptarse al mundo: la habituación y la sensibilización”, explica Lidia Tello, licenciada en psicología, investigadora y formadora de Intervención en Crisis y Catástrofes. “Adaptarnos a lo que nos ocurre habituándonos a ello, facilita que invirtamos menos energía en lo que nos demanda el exterior, pudiendo asumir más retos sin sentirnos agotados. Por el contrario, cuando nos mostramos sensibilizados ante lo que nos rodea, por mínimo que sea el contacto con esos estímulos externos, tendremos la sensación de no poder enfrentarnos a ellos porque nos restan energía”, prosigue Tello. Según la psicóloga, solemos pensar que nos desgastan más las acciones y retos procedentes del exterior; sin embargo, esto no es cierto: “Resulta primordial atender los asuntos de nuestro mundo interior”.

Haga ejercicio. / Getty

Además, todos nuestros pensamientos y emociones entran en nuestro organismo en forma de energía y activan reacciones biológicas. Por ejemplo, un pensamiento que genera miedo tensa el estómago y acelera el ritmo cardíaco. 
“La energía, la fuerza unificadora que sostiene todas las actividades del cuerpo, la mente fluye a través de los meridianos energéticos. Cuando uno de estos sistemas se ve alterado, afecta a los demás y causa pérdida de energía”, afirma Luz Chicharro, terapeuta de shiatsu. Según afirma esta especialista, hay otras maneras de compensarlo. “Una de ellas es el masaje shiatsu, en el que se percibe el estado y flujo energético de la persona, corrigiendo las posibles desviaciones y ayudando a restablecer la fuerza y la armonía”.

Además, según Chicharro, el paciente aumentaría “la conciencia corporal: da ligereza y flexibilidad a su cuerpo, mejora la claridad mental y equilibra las emociones desarrollando una actitud positiva y mejorando en el carácter y las relaciones interpersonales”.
Según la naturópata Sheila Minguito, otra opción sería “detener aquellos pensamientos tóxicos recurrentes mediante la meditación del tiempo presente. 

Hace que te prestes atención plena a ti mismo y favorece que abras tu conciencia para frenar ese circuito mental tóxico. Se puede practicar sentado. Y cinco o diez minutos al día son suficientes para notar cambios positivos”.
En definitiva, sea cual sea el método que se utilice, para poner a punto la mente es básico dejar aparcados los pensamientos recurrentes y obsesivos, evitar actitudes negativas, conquistar estados de libertad y armonía poniendo nuestros propios límites y practicar alguna técnica de relajación como el yoga o la meditación.

1. Hacer ejercicio, con el corazón

“Con los años, nuestro corazón y nuestros vasos sanguíneos –batería y cables del organismo–, están menos preparados para defenderse de las agresiones. Y si hay un hábito que nos ayuda a conservar y aumentar nuestro tono vital es el ejercicio regular. Según vamos soplando las velas, resulta aún más necesario practicar algún deporte o actividad. Está demostrado que repara las arterias, mejora la función endocrina y reduce la posibilidad de desarrollar diabetes”, indica el doctor José Ramón González-Juanatey, presidente de la Sociedad Española de Cardiología. “Recomiendo caminar todos los días durante unos 45 minutos a un ritmo rápido”.

2. Dejar que entre el aire puro 

Oxigenarse correctamente es otro requisito fundamental para sentirnos mejor. “Respirar conscientemente, a plena capacidad, sabiendo que al tomar aire y expulsarlo, estamos dándole vida a nuestro cuerpo. Es un ejercicio esencial para sentirnos en forma”, cuenta Virtudes Pérez, catedrática de biología en el IES de Roces, en Gijón. Pero, por supuesto, es imprescindible que ese oxígeno sea de la mejor calidad. El humo del tabaco es, según confirma el doctor González-Juanatey “el elemento central de pérdida de calidad y cantidad de vida y de capacidad funcional”. Una razón más para abandonarlo –si aún quedaba alguna–. Pero no es el único: los gases que expulsan los tubos de escape, la industria y la vida moderna en general, no nos hacen ningún bien. Es por tanto fácil de entender que debemos salir de la ciudad siempre que podamos porque “interactuar con la naturaleza y respirar aire puro imprime un extra de vitalidad”, añade Virtudes Pérez.

Relájese. / GETTY

3. Activar nuestros radares

“La vida se expresa a través de lo que comemos pero también de cómo lo hacemos”, apunta la profesora Pérez. “Y si no somos conscientes de ello, nuestra vitalidad se resentirá. Por ejemplo, tan importante como la calidad de lo que ingerimos, es la actitud con la que lo hacemos. Los nutrientes no solo se procesan a través del aparato digestivo: todo el sistema nervioso y endocrino entran en acción”, continúa. “Debemos comer –y vivir–con calma y sin conflictos ya que estas actitudes disminuyen la energía vital”, prosigue la bióloga. Además, la falta de adaptación a las provocaciones del entorno hace que el organismo pierda energía. Por eso, no podemos bajar la guardia en nuestro día a día. Necesitamos un cuidado permanente para preservar ese tono alto, tal como recomienda el doctor Manuel J. Ruiz Polaina. “Hay etapas en la vida en las que precisamos una mayor atención: en general, en toda época de cambio o de estrés más elevado (divorcios, despidos, muertes familiares, jubilación, menopausia…), que conlleva más riesgo de desequilibrar nuestra energía vital”, explica el doctor. Y no es el único. “Evitar el estrés psicosocial y laboral hace que el corazón tenga cuerda para rato”, añade el cardiólogo González-Juanatey. Hay que estar alertas y mirar un poco más por nosotros mismos…

4. Deshacernos de lo tóxico

Apueste por lo verde. / Getty

“El cansancio físico y las ganas de no hacer nada son dos síntomas inequívocos de que necesitamos eliminar tóxicos”, asegura el doctor Gónzalo Guerra Flecha, fundador y especialista en aparato digestivo del Centro Médico-Quirúrgico de Enfermedades Digestivas (CMED). “Los tóxicos que provienen del aire, el agua y los alimentos procesados afectan a todo el organismo. Pero gracias al hígado, el cuerpo se depura de manera natural. Si desintoxicamos el hígado, conseguiremos que este limpie el resto del cuerpo”, continúa. “La mejor manera de hacerlo es a través de una dieta depurativa y con infusiones de boldo y jengibre con limón”, aconseja el doctor.

Los practicantes de la medicina natural creen en la teoría de que limpiar nuestro organismo y nuestra psique son claves para cuidar ese tesoro al que llamamos fuerza vital. “Las toxinas son el peor enemigo del cuerpo y la mente”, dice la naturópata Sheila Minguito. “Necesitamos mucha energía para cargar con la basura que se almacena. Además, si se queda atascada física y mentalmente en nuestro interior, impide que la energía fluya”, aclara. Para liberar el cuerpo de esas toxinas la experta recomienda, en primer lugar, tomar la decisión de cuidarse a través de una alimentación consciente. Y nos da un consejo muy fácil de seguir: “Se trata de un cepillado en seco de la piel con un cepillo suave de cerdas vegetales, justo antes de la ducha. A la vez que hacemos un drenaje linfático –por el masaje– y eliminamos toxinas –de la superficie de la piel–, es una estimulación neurosensorial que da una sensación de revitalización inmediata”, concluye la naturópata.

5. Apostar por la comida natural

La mala alimentación es otra de las causas más importantes del desequilibrio energético del organismo. Uno de los elementos esenciales para el correcto funcionamiento corporal es la glucosa: “Es necesaria para pensar y actuar”, explica Javier Pascual, nutricionista y farmacéutico. Esta forma de azúcar está presente, libre, en las frutas y la miel. Y también se consigue a través de los hidratos de carbono. Pero debemos diferenciar entre la que aportan los hidratos simples –como el azúcar refinado– que son de rápida absorción y dan energía a corto plazo; y los hidratos de cadena larga –legumbres, arroz, pasta y otros cereales– que van liberando sus propiedades poco a poco. Estos últimos son muy recomendables”, asegura el doctor Pascual.

Cuide su alimentación. / GETTY

“Efectivamente necesitamos glucosa para vivir, pero no de cualquier tipo. La nueva visión de la biología nos dice que cuanto más distante esté un alimento de su origen biológico –cuanto más procesado esté– menor vitalidad transmite”, explica la bióloga Virtudes Pérez. Otro dato a tener muy en cuenta: más del 60% de la sal que consumimos llega por los alimentos preparados. Y su ingesta elevada es otro de los malos hábitos de los españoles en lo que se refiere a la dieta.

“Crea adicción como cualquier droga haciendo que dupliquemos las recomendaciones médicas de consumo. Esto genera serios problemas de hipertensión e incluso puede favorecer otros problemas gástricos graves”, afirma el cardiólogo González-Juanatey. “Para mantener nuestra energía, deberíamos consumir estos productos con poca frecuencia”. Los alimentos naturales y la dieta mediterránea son la clave. “Desafortunadamente, a la hora de sentarnos a la mesa consumimos menos frutas y verduras de las que deberíamos. Una dieta rica en estos alimentos acabaría con los estados carenciales de vitaminas y minerales que nos restan energía. Además, aportan antioxidantes naturales fundamentales para luchar contra los radicales libres que aceleran el envejecimiento”, dice el nutricionista y farmacéutico Javier Pascual.